domingo, 5 de diciembre de 2010

Mi primera vez...


 El pasado día 1 realicé lo que ha sido mi primera vez encima de un escenario.

Carlos Garrido celebraba su cumpleaños en el Teatre Sans con un concierto de proporciones épicas. Desde hace ya mucho se me pidió que actuara en él y cuando más se acercaba el momento menos me lo creía.

Quedamos para probar a las cinco y media pero entre unas cosas y otras no pude hacerlo hasta dos horas después. Cuando acabé de probar, mi pareja y yo, tuvimos que volver corriendo a casa para cambiarnos y recoger las cosas. Dos viajes en taxi y una carrera por Vía Sindicato más tarde me encontraba en el backstage del escenario.

Carlos me aconsejó que me centrara más en el sentimiento y en la energía que quería desprender (¡Rockolios a tope!) que en la música y en la voz . Cuando le pedí consejo a mi hermano me dijo que intentara no mirar al público, que me centrara en la guitarra o que mirara al suelo. Mi pareja sentimental, Judith, me ayudaba en todo lo demás. Necesitaba más consejos aunque ya sabía lo que quería saber. Quería un remedio infalible, necesitaba beber del Santo Grial de la farándula.

No podía evitar recordarme de aquellos textos que tantas veces he leído en "La guitarra platónica" y me preguntaba en qué momento había dejado de ser el lector para convertirme en el protagonista del libro.

Caminaba en círculos por el backstage echando un vistazo de vez en cuando para ver como se llenaba la sala de forma gradual. Judith en primera fila, eso me animaba porque si cometía un error ella me lo haría saber de alguna manera.

"¿Has ido al baño?"- Me preguntan los Rock & Press.

Esa es otra. Me tocaba presentar a los Rock & Press. ¡Yo precedía a los Rock & Press! ¿Me he caído del mundo lógico? Nunca me hubiera imaginado en esta situación. Estaría solo delante del escenario, la sala llena de gente obsevándome y mi guitarra en las manos pidiendo clemencia. Me parecía una locura. Desde el momento en que realicé la prueba de sonido no paré de preguntarme "¿Por qué he aceptado? ¿Por qué he venido?"

"Si te preguntas esto ya eres un artista" me dijo Carlos.

Recordé la misma vivencia en "La guitarra platónica". Él solo en el teatro del mar minutos antes de la actuación con las mismas dudas que yo en la cabeza. La diferencia es que él tocaría un concierto y yo sólo dos canciones. Dos canciones que además en los últimos ensayos no sonaban bien.

Ni alcohol, ni tabaco ni ninguna clase de sustancia derivada. No tenía con qué calmar los nervios. ¿Va a suponer un problema tener 21 años y no tener vicios? La paradoja en sí no era lo bastante inquietante como para hacerme olvidar mi situación crítica.

Entonces Carlos salió al escenario.

"¿Ya me presenta? ¿Tan pronto?" Quería gritar, correr, hacerme invisible, cualquier cosa, pero todavía no estaba preparado. "Cinco minutos más" rogaba a mis adentros, sabiendo que cada cinco minutos pediría cinco minutos más en un bucle que hubiera alargado hasta el cansancio.

La primera actuación de Carlos Garrido con los Cárabos (con acento en la "a") creo que ha sido una de las anécdotas más caóticas que he oído sobre el mundo musical. Reconozco que me daba valor por que si mi primera vez saliera mal no significa que fuera un fracaso. Sería un paso pequeño hacía la autorealización musical.

"El rock es amistad" me explicaba Carlos. Es verdad en casi todos los casos. Se crea un vínculo encima del escenario que les une tanto como la sangre entre hermanos. Este concierto era una muestra de ese poder mágico que ejerce la música sobre los artistas que comparten escena. Sabiendo eso me sentía fuera de lugar, yo no podía considerarme artista en comparación a los demás, pero todos los músicos me mostraron su apoyo.

Carlos empezó a presentarme. El mismo día me hice un pequeño guión de lo que diría antes de actuar. Me encanta hablar en público, no me causa ningún problema, pero tocar y cantar... ese es otro tema. Cuando comenzó a hablar tenía la sensación de que me sonaba. ¡Era lo que quería decir yo!

No eran las mismas palabras pero sí el mismo concepto. "¡Maldita sea, Adri! Te lo tendrías que haber imaginado." Está claro que la forma de como nos conocimos era lo que él iba a decir.

Escuchando a Carlos, Miquel Massuti me preguntó "¿No prefieres tocar con la acústica?"

Días antes se me planteó esta duda existencial. La guitarra eléctrica suponía el riesgo de sonar demasiado cargante para tocarla "a pelo". Pero yo no podía enchufar mis otras guitarras y la verdad es que me moría de ganas de subir con la eléctrica encima del escenario. Massuti consiguió extraerle durante la prueba un sonido que no sabía que existía. La hizo más suave y con los primeros acordes me dio la impresión de que la guitarra tocaba sola.

Después del emotivo discurso me tocó salir. Ya no había vuelta atrás.

Lo que más me llamó la atención es que la sala estaba llena de gente pero en realidad yo estaba solo. Desde el escenario no ves a nadie más que a ti mismo. A mi alrededor la luz de los focos alumbraba el escenario vacío. Delante mio únicamente había oscuridad. Sentía al público, lo oía, pero no lo veía. Entonces miré al cielo y en silencio exclamé "¡Gracias!".

Al entrar, acogido por el primer aplauso, realicé una reverencia y me coloqué la guitarra. Una de las cosas con las que no conté al ensayar eran los aplausos. Me podía refugiar en ellos, cada palmada que el público daba en forma de aplauso yo la sentí en mi hombro en forma de ánimo.

"Buenas noches". Empezó mi momento.

Durante 10 minutos fui dueño del escenario, amigo del público y mesías en mi mente.

Los primeros comentarios fueron por mi guitarra despeinada. Me gusta la guitarra así, tiene personalidad. El bueno humor me relajó un poco y me animo a colocar los dedos sobre los trastes.

Salí al escenario con humildad, o más bien sinceridad, parafraseando al maestro Riky Lopez. "Las canciones tienen 3 notas, más uno que las interpreta. En total 4 notas."

Empecé con una canción tranquila, de amor. Una parodia de la introducción de "Algo pasa con Mary" de Jonathan Richman a la que en un alarde de originalidad bauticé como "Algo pasa con Carlos."

Confieso que me planteé no tocar la otra canción pero después de los aplausos me sentí capaz. Versioné la canción "Beatles" de Pereza, aunque para engañar al público declaré que tocaría una canción de los Beatles.

Al principio de la canción oí cuchicheos y supe que mi ardid había funcionado, cuando llegué a la pausa confesé exclamando entre risas y nervios "Nadie se ha creído que era de los Beatles. ¿No?"

Fue un alivio que me respondieran entre risas, al menos se lo habrían pasado bien aunque sea por la gracia. No pasaron dos estrofas donde cometí mi primer desliz importante. ¡Me equivoqué de acordes! Conseguí arreglarlo por los pelos pero rompí la seguridad que me envolvía y si la canción no se hubiera ido acercando al final hubiera finalizado de forma más que caótica.

Para el gran final quise subir un poco el volumen de la guitarra pero con los nervios me pasé con la rueda y el amplificador emitió un ruido que en ese momento me pareció el rugido de un dragón mitológico.

Finalicé mi actuación agradeciendo el gran momento que me habían hecho pasar y dando paso a los Rock & Press.



Después empezó el cambio. La adrenalina disminuyó al tiempo que se elevaban las endorfinas. Me deslicé entre el público y me sentí uno más de ellos pero también un más entre los artistas. Una perfecta simbiosis entre los dos mundos que se diferenciaban en ese momento.

Me hacía gracia que para mi debut se refirieran con la palabra "desvirgar" pero después lo entendí.

La misma sensación la había sentido antes, sí. Fue la primera vez que me acosté con una persona de la que estaba realmente enamorado. Mi alma hirviendo de emoción y mi cuerpo aguantando el calor que deja la estela sentimental que arrastra la fantasía que se hace realidad. No tiene otra palabra, es magia.

Acababa de hacer el amor delante de muchas personas. Todas fueron testigo de ello y yo me dejé llevar por el morbo. Todos miraban como deslizaba mi mano sobre el mástil de la guitarra, como acariciaba suavemente las cuerdas con la púa. Era una guitarra pero la intentaba tocar como si fuera mi mujer. Con delicadeza, con cariño, con pasión...


Aún tengo la sensación de estar ahí.

Gracias por enseñarme otro mundo dentro del nuestro.



¡Sed felices!

2 comentarios:

  1. genial Adri, me habría encantado estar allí
    me gustaría ir este verano a haceros una visita, stay tuned!

    ResponderEliminar
  2. Que grande adrian, ya eres un hombre si :) enhorabuena
    Javier Flores

    ResponderEliminar