viernes, 8 de octubre de 2010

Miedo escénico.

Últimamente tengo un sueño que se me repite.

Subo al escenario con la guitarra en mis manos y cuando el concierto tendría que empezar olvido las notas o pierdo el ritmo. En ese momento me despierto con el miedo escénico aún anclado dentro de mí.

Carlos Garrido escribió en la "Guitarra Platónica":
"A veces, cuando te encuentras bajo, recurres a la guitarra. La abrazas, deslizas los dedos suavemente por las cuerdas. Y te sientes algo así como acompañado "por dentro". Es una sensación muy peculiar. De la que sólo son conscientes los que tienen una guitarra en su vida. Aunque no sepan tocarla."


Es cierto. Cuando te sientes triste, frustrado o necesitas desconectar de este mundo, la guitarra te eleva a un plano más espiritual. Cuando aprendes a tocar los primeros acordes traspasas un umbral del cual ya no puedes volver atrás. "¿Ya soy músico?" Te contestas que no pero, en el interior, oculto en los más profundo de tu alma, sabes que sí. Te sientes músico. Tienes una guitarra, la tocas y de alguna manera logras expresar lo que sientes con ella. A veces pierdes la noción del espacio y del tiempo. No sabes donde acabas tú ni donde empieza ella. Es uno de los secretos de la felicidad.

Cuando hay gente escuchándome, mis músculos se tensan y pierdo la compenetración con la guitarra. El ritmo se vuelve en contra del compás y los acordes se entremezclan. Me siento como si hiciera el amor en público, sin haber encontrado el "morbo". Imagino que se debe a la seguridad que me falta.

La primera vez que subí a un escenario fue con los "Pirates Pirats". Mi trabajo era de técnico aunque no me contrataron como tal. En un momento del espectáculo debía interpretar a un personaje en una canción que duraba menos de 1 minuto. El espectáculo duraba 2 horas y ninguno de los ocho músicos estaba realmente nervioso, en cambio, a mi me temblaban las piernas. Cuando llegó mi turno descargué adrenalina y efectué mi entrada que consistía en quedarme quieto enmedio de dos personas que realizaban una coreografía cómica y en el momento que acabasen señalarme a mi mismo. Nada más ni nada menos. Señalarme con sutileza tres veces, en un espacio inferior a un minuto, me produjo pánico.

Sé que la primera vez que actue lo pasaré mal y que seguramente tendré todos los imprevistos y fallos que puedan caber en el escenario. Pero para aprender a caminar tuve que caerme muchas veces.


Haced caso a vuestros sueños.

¡Sed felices!

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