martes, 24 de enero de 2012

Magia verdadera


Hace poco conocí una pequeña hada, de esas que salen en los cuentos para niños y de las que muchas veces nos negamos a aceptar su existencia. Se llama Lucía y su pequeño reino encantado, resumido físicamente por las cuatro paredes de su puestecito navideño en Plaza España, alcanzaba hasta donde alcanza la imaginación.

Desde un principio la he visto como un barco de vela sin ancla, llevado hacia donde sopla el viento pero sin poder amarrarse a un lugar concreto.Sentíamos que se iría pero con la esperanza de que si mirábamos al horizonte la podríamos volver a ver pasar.

Dedicando su vida a crear una serie de collares "mágicos" que elevan el alma de quién los lleva, y otras artes místicas de energía y sanación, la he visto ayudar desinteresadamente tanto a criaturas perdidas en el camino de su interior como a personas enfermas y necesitadas.

La verdad es que muchas veces me niego a creer que se trate tan solo de un recuerdo en la memoria de muchos y un milagro en la de otros, el amor es su doctrina y el cariño y el afecto son sus dos medicinas contra los males varios.

Tal vez sea que las buenas cosas se van pronto para que se puedan compartir, tal vez sea que los cuentos de hadas son siempre cortitos, pero tal como vino se fue y ha dejado un hueco de dos metros cuadrados ahí donde estuvo su puestecito.

En la vida todo sucede por una razón y tras varios consejos sabios y profundos me ha dado razones para creer.

Ahora creo en la luz.
Ahora creo en la fantasía.
Ahora creo en los duendes y en las hadas.

Ahora creo en Lucía.

¡Sed felices!

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